Dormir con la tele prendida no siempre es hábito. A veces es refugio
Terminás la serie. Último capítulo. Se despiden los personajes. Vos te quedás viendo los créditos con la mirada perdida y un nudito en la garganta. Te decís "qué buena estuvo", pero por dentro… te sentís raro. Vacío. Triste. Como si te hubieran quitado algo.
Sí, todos hemos estado ahí. Y aunque parezca una exageración, lo que sentís tiene mucho sentido. Pero hoy no quiero hablar solo del mini duelo post-serie. Hoy quiero hablar de por qué muchas veces ver series (o tener la tele de fondo todo el día, o dormir con ella encendida) es algo más profundo de lo que creemos.
La tele, las plataformas, las historias que nos devoramos una tras otra… a veces son compañía. A veces son ruido que tapa el silencio. Otras veces son un refugio. Y cuando miramos con lupa, muchas veces son una respuesta al trauma.
Sí. Trauma.
No el “trauma grande” tipo película. Me refiero también al trauma pequeño, cotidiano, silencioso. Esos vacíos que dejó una infancia ruidosa o demasiado solitaria.
Esas noches en las que el silencio se sentía peligroso. Esas palabras que criticaban la forma de mi cuerpo o como me veo, esas emociones que no aprendimos a procesar, entonces ahora las anestesiamos con un maratón de series o con el sonido de fondo del televisor.
¿Tu también buscas dormir o quedarte dormid@ con la tele encendida?
No es raro. Para muchas personas, el silencio absoluto activa ansiedad. Porque ahí es donde aparecen los pensamientos no resueltos, la soledad, nuestra propio compañía, la incomodidad interna. El ruido constante (de una serie, del TikTok infinito, de las notificaciones) actúa como una distracción emocional.
Pero no es solo distracción. Es regulación. El cerebro busca formas de calmarse y, cuando no tuvo modelos sanos para hacerlo, encuentra lo que puede: una historia que lo saque de la suya.
Dos cosas que explican esto (lo voy a tartas de decir sin que suene tan técnico y aburrido)
1. Auto-regulación externa: Cuando no aprendimos a calmarnos emocionalmente (porque nadie nos enseñó o porque nos tocó solos), buscamos recursos externos. La tele puede ser eso. Un tranquilizante disfrazado de sitcom.
2. Evitar la introspección: Estar en silencio puede ser muy confrontativo. La mente llena ese espacio para evitar tocar heridas no cerradas. Es una defensa. Inconsciente, pero funcional (aunque no sostenible).
Ahora te cuento algo personal.
Yo tuve una época en la que no podía dormir sin algo sonando. Según yo era insomnio pero la verdsd es que era que no quería pensar. El día se sentía más manejable si no me enfrentaba a mí mismo en la noche.
Y sí, trabajarlo en terapia cambió eso, pero me llevó tiempo reconocerlo sin juzgarme.
Entonces, ¿qué hacemos con esto?
No se trata de que tires el control de la tele ni de que te pongas a ver solo videos educativos ne YouTube o tiktk.
Se trata de notar. De darte cuenta si lo que estás haciendo es un descanso... o una forma de escape.
Podés empezar con cosas chiquitas:
Antes de ver tu serie, pausá dos minutos. Preguntate: ¿estoy viendo esto porque tengo ganas o porque no quiero sentir otra cosa? No es para dejar de verla. Es para ver(te).
Antes de dormir, probá apagar la tele 10 minutos antes. Poné white noise, ruidos de naturaleza suaves o proba la famosa canción para dormir [Weightless -Marconi Union]
No para entrar en un silencio total, sino para entrenar al cuerpo a dormir sin depender de eso que busca callar el ruido emocional.
Escribí un poquito. El miedo al silencio a veces viene de no tener dónde poner lo que sentís.
Escribirlo lo saca de la cabeza. Podés empezar con algo simple: “Hoy me sentí…” o “Me cuesta estar en silencio porque…” o preguntame por la. Guía de journaling de 33 días de psicoanalizame.
Poné límites suaves. Si una serie te tiene atrapado, está bien, pero notá si te está robando tiempo de descanso real o conexión contigo.
Ver una serie no es malo. Ver diez seguidas cada noche sin saber qué sentís… quizás sí.
Y ojo: yo amo la tele. Me encantan las series. Me han salvado de muchos días grises.
No tengo nada en contra de ellas. Este no es un llamado a vivir sin entretenimiento ni a llenarte de documentales de crecimiento personal.
Es una invitación a entender que muchas de nuestras conductas automáticas y rutinarias tienen una explicación. Y que cuando las miramos con curiosidad en lugar de juicio, podemos descubrir mucho de lo que necesita atención, compañía o cuidado.
A veces no necesitamos cambiarlo todo.
Solo empezar a mirar con más conciencia lo que hacemos. Entender por qué repetimos ciertos hábitos. Darle un nombre a lo que sentimos. Y preguntarnos si, más allá de la pantalla, también podemos empezar a escribir nuestra propia historia.
Una que no necesite créditos ni aplausos, pero que igual te haga sentir orgulloso de estarla escribiendo.
Una que no termine cuando apagues la pantalla, sino que empiece cuando conectás contigo.
PD: la vez que más sentí esto fue cuando termino The Sopranos y la primera temporada de True Detective